Momias en el Desván

Para la Noche Europea de los Investigadores de 2015 hemos preparado nuevamente otro espectáculo de terror, pero esta vez basado en unos relatos originales de Julio Ángel Olivares Merino, que también es director del evento. El lugar que nos han cedido esta vez ha sido una carpa junto a El Corte Inglés. Gracias a Miguel Ángel Karames hemos podido ambientar el espacio con preciosos objetos antiguos: una rueda correpasillos, un zorro disecado, una jaula, un bastón, un auténtico farol ferroviario nazi y grandes portavelas que se colocaban a los lados de los ataúdes, entre otros.

Julio interpretaba de nuevo el papel de escritor perturbado, de voz ronca, que provocaba tremendos sustos entre el público con los golpes de su bastón. Además, cada vez que narraba las historias, iba cambiando detalles, y personalizándolas para distintos oyentes.

Momias en el Desván - Escritor perturbadoMomias en el Desván - Escritor perturbado

Éstas son las momias, creaciones que invoca su autor y que, en su mayoría, continúan el relato con su propia voz. De izquierda a derecha: el mago Siss (Manuel Ángel Ibáñez), la autómata Léddara (Eva Blake), la dama del cuadro Yaarvalia (Mónica Ayén), la buhonera Havlahrá (Virginia Carrascosa) y, en primer término, la violinista fantasma Svaismorta (María del Mar Varón).

Momias en el Desván - mago, autómata, dama del cuadro, buhonera y violinista fantasmaMomias en el Desván - buhonera, violinista fantasma, autómata, escritor y mago

Momias en el Desván - buhonera, autómata, dama del cuadro, mago y violinista fantasmaMomias en el Desván - dama del cuadro y buhonera

Momias en el Desván - dama del cuadro

Me ha hecho especial ilusión que un amigo con amplia experiencia en túneles del terror me haya comentado que mi personaje daba bastante miedo. Yo no hablaba, sólo gemía, y me arrastraba por el suelo para luego incorporarme de forma desgarbada, como la niña siniestra de «The Ring» o la de «La Maldición». Finalmente, «aspiraba» el aliento vital de miembros del público asistente. Luego he pensado que muchos personajes terroríficos son también mudos; si acaso, emiten sonidos no articulados. Esa característica, más bestial que humana, debe de despertar nuestros miedos primitivos.

Momias en el Desván - escenografía

Beso vuestros pies, ángel negro…

(Un poema de hace más de un año).

Beso vuestros pies, ángel negro,
pues vos sois mi musa y mi lazarillo
en este camino.

Vuestra merced me concede un ósculo dulcemente,
susurrando mi nombre
entre sueños.
Vuestra merced es mi faro de luz difusa
en este sendero trabado de piedras y de barro.
Vedme cual Golem postrado a vuestros pies,
hijo de Piedad milagrosa,
tirabuzones de canesú,
amalgama de versos, odio y mentiras,
astucia zorruna diapasonada
en ondas de alcanfor.

Ampárame bajo tu pecho redentor,
el que alienta a los caídos,
para subyugarme bajo el peso
de tus besos dominadores.
¡Oh, esclavo!, ¡oh, señor!,
¡portento de la naturaleza!
Fuerza vital que me eleva y que me postra
cuando, en el silencio de mi dormisanatorio,
escucho las plegarias ralentizadas
que me devuelven a mi primigenia obsesión,
en musitar de sensuales arcángeles de ébano.
Melodías tan tétricas, tan sonoras, en voz de plañideras,
que apuñalan mi alma de monigote
del Día de los Inocentes.

¿Te quiero o sólo te dispenso un cariño desapegado?
Este extraño lugar me ha extrañado tanto
que parezco asemejarme a un Pequeño Saltamontes,
al que finalmente le ha entrado en la cocorota
la lección del día siguiente,
la de ser paciente y aguardar,
cobijando, entre tanto, bajo su raído manto mostaza,
a un gorrión que casi perece húmedo
bajo el monzón del Himalaya.

Te deseo, pero no te extraño.
Bueno, en ocasiones,
pero no con la presura pueril de ayer,
cuando reconocí tu aura, amor mío,
y corría tras tu estela
como tantas otras descarriadas
que no sabían ni qué hacer con sus propias vidas.

Ahora, eufórica perdida en una tupida selva de vidrio,
parezco vislumbrar más claro el firmamento,
en el que delineo versos de dicha y de gloria,
de amor a mis hermanos mortales
y de guerrillas cotidianas,
alzada contra leyes huecas y translúcidas,
que ya sólo me suponen
unas chinitas impertinentes en los zapatos.

Fuera penas, fuera males…
Ya sólo me queda un ser de éter y de zen reposado,
planeando incluso entre cuatro muros que, espinosos, se van estrechando
y cuyas ramas se enraízan hacia los lugares más recónditos
del alma y de las más altas esferas…
Beber de los vastos pesares
de esta brumosa existencia…
¿Ves!, ¡ya me he acordado de Baudelaire!
¡Me callo!
He dicho.